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918 • LÁTIGO MUSICAL

Martes, 21 de setiembre de 2004

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  Se requiere habilidad y tacto para obtener de este instrumento una agradable secuencia de sonidos. Sin embargo, existen chasqueadores profesionales que consiguen arrancarle acentos musicales. En los últimos años estos profesionales del látigo han renovado su tradición, y ya durante los juegos olímpicos de 1972 fueron una de las atracciones más admiradas.

En sus demostraciones se dividen en grupos, cada uno de los cuales forma una especie de orquesta. Se colocan alineados como si de tubos de un órgano se tratase, pero a conveniente distancia uno de otro para no herirse mutuamente. A la voz de mando del director, que se encuentra a la cabeza, comienza a tocar esta banda de cuero. El primero golpea el látigo que produce el sonido más agudo y así sucesivamente hasta el chasquido más bajo y, luego, vuelta a empezar.

Hay que emplear bastante fuerza para manejar el látigo, para hacerlo girar cadenciosamente y, sobre todo, para dar el fuerte tirón que es lo que producirá el chasquido. Se trata de una fuerza desencadenante totalmente contraria al suave movimiento inicial del látigo. Los físicos lo explican diciendo que al hacer girar el látigo con un ritmo regular se va bombeando en él cada vez más fuerza, por lo que al dar el potente y corto tirón se genera una onda que se mueve en sentido contrario y que libera su energía al final del látigo con un fuerte chasquido supersónico.

El ruido puede llegar a ser tan grande que en algunas reglamentaciones antiguas, como la del juez Kuttner de Laufen, fechada el 4 de febrero de 1829, estaba "totalmente prohibido hacer restallar los látigos después del toque vespertino de oración y durante el servicio divino". También estaba prohibido hacerlo en calles y plazas.

Como habrá de soportar elevadas tensiones, el látigo se fabrica a base de tiras de cuero o de cáñamo trenzado sometidas antes a un tratamiento especial. Para acentuar el chasquido, una vez que el látigo ha sido impregnado con cola de pez, se entreteje un pedazo de corteza que es lo que producirá el restallido semejante a un disparo. Antes se empleaba hilo de seda de colores y curiosamente, parece ser que el rojo era el que más estruendo hacía.

Colaboración M. Lirola