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891 • GOTAS DEL PBI

Lunes, 16 de agosto de 2004

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  El crecimiento económico es indispensable en una sociedad, pero en la nuestra ha probado ser también un ansiolítico de primer orden, inhibidor del deseo y de la ansiedad de cambio de la población. Parecería haber en nuestro país una correlación entre el aumento de la actividad económica y la caída de los reclamos de la población para que se tomen las medidas de fondo esenciales para que el país cambie.

En la era Menem, el violento despertar de la economía funcionó como un potente hipnótico en la percepción social de la realidad. Con la Alianza, en cambio, la contracción fenomenal de la economía despertó al máximo la conciencia ciudadana de necesidad de cambio. Con Kirchner parece haber comenzado de nuevo el sueño, y la extraña esperanza de que todo cambie sin que nada cambie, hipótesis aún mas sofisticada que la del Gatopardo.

Dos ejemplos concretos de cuestiones de fondo paralizadas son la reforma política y la ley de acceso a la información pública, que se han echado a dormir la siesta a la sombra del follaje creciente del PBI. A sólo dos años de la defunción semi-generalizada  de la representación política a manos de una población que reclamaba que se fueran todos, nada ha cambiado en el escenario, salvo que ese reclamo ya no se escucha.

De este modo, si bien el crecimiento económico mejora la calidad de vida de la población y reduce la pobreza en el corto plazo, asegura extrañamente las condiciones inversas en el largo, porque funciona como un fármaco enlentecedor de las funciones nerviosas y un relajador de los deseos de cambio estructural, lo único que asegura que la sociedad salga definitivamente de su postración. El diálogo entre los partidos no resuelve la cuestión: su acercamiento ha sido siempre garantía de alejamiento de aquello que necesita la ciudadanía. Llamarle diálogo a esa proximidad es una licencia poética para dos caras de una misma moneda que tienen un acuerdo profundo para caer siempre de pie. ¿Pero qué incentivo tendrían para cambiar; si basta con administrar unas gotas psicotrópicas de crecimiento para que las cuestiones de fondo pasen a segundo plano?

Chuang-Tzú soñaba que era una mariposa, pero al despertar ya no sabía quién soñaba a quién. Tampoco sabemos si es la política la que sueña con intermitencia nuestro fracaso, o si es nuestro sueño intermitente lo que consolida el fracaso de nuestra política.

ENRIQUE VALIENTE NOAILLES
de Enfoques - Diario La Nación
Colaboración P. Pascual