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EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

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890 • LEYES PARA OTRAS COSAS

Viernes, 13 de agosto de 2004

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Un pingüino inerme, aleteaba en un charco empetrolado. Jadeaba, se levantaba y volvía a caer. A su alrededor, una extensa costa estaba convertida en una oscura mancha donde cientos de familias enteras de pingüinos y su crianza morían ahogados en penosa agonía.

¿Es la primera vez.. ? ¿..La última vez? En este espectáculo desolador, había un pequeño grupo de anónimos que trabajaban tratando de aliviar tanta indiferencia. Sus manos solidarias mostraban que el amor y la desesperación habían nacido en sus corazones: eran unos pocos niños, madres, profesores y periodistas que a esta hora se desvivían por
salvar a estas inocentes aves. Una señora dijo:
- ¿Cómo es que no hay leyes de protección para las únicas cosas que valen la pena?
En un rincón, una chica sollozaba al no poder revivir a un pequeño pingüino. Un señor a su lado, al parecer su padre, la regañaba diciendo:
- No llores, está vivo aun.
Más allá, un joven de anteojos, con voz temblorosa y ojos exaltados exclamó:
- ¿Cómo permiten algo así?

Pero horas más tarde siguieron llegando niños de colegios a los que se unieron obreros y recursos de salvataje de agrupaciones ambientalistas. Aún así, eran muy pocos para una tragedia de tal magnitud. Algunos regresaban cabizbajos y otros con el ánimo más alto. En el interín, algún pequeño pingüino había sido resucitado y miraba desde el regazo de una joven. De alguna manera, el pingüino bebé volvía a nacer. Pero también volvieron a nacer estos anónimos, que llenos de amor y compasión trabajaron para ayudar a la Tierra.

Desde hoy son conscientes, empero, que en la sociedad no hay claras leyes que defiendan a la Naturaleza y a la Vida.
Hay leyes, sí... pero para otras cosas.

AWANKANA