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486 •  EL VIOLINISTA

 

Lunes, 21 de abril de 2003

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Esta historia es sobre un hombre que reflejaba en su forma de vestir la derrota, y en su forma de actuar la mediocridad total.

Ocurrió en París. Este hombre, sucio y maloliente, tocaba un viejo violín. Frente a él sobre el suelo, su boina, con la esperanza que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas. El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era del todo imposible debido a lo desafinado del instrumento, y a la forma displicente y aburrida con que tocaba ese violín. Un famoso concertista, con su esposa y unos amigos pasó frente al mendigo. Arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes y no pudieron menos que reír de buena gana. La esposa le pidió al concertista que tocara algo y echando una mirada a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, el concertista decidió hacer algo. Pidió el violín y lo primero que hizo fue afinar sus cuerdas. Luego, vigorosamente y con maestría arrancó una melodía fascinante. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo. Al oir la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando el extraño concierto. La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes. Mientras, el concertista sacaba una melodía tras otra, el mendigo se sentía muy feliz y no paraba de dar saltos de alegría y repetir orgulloso a todos
- ¡¡Ese es mi violín!! ¡¡Ese es mi violín!! -lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.

Moraleja:

La vida nos da a todos un violín. Son nuestros conocimientos, nuestras habilidades y nuestras actitudes. Y tenemos libertad absoluta de tocar ese violín como nos plazca. Se nos ha dicho que Dios nos concede libre albedrío, es decir, la facultad de decidir lo que haremos de nuestra vida. Y esto, claro, es tanto un maravilloso derecho, como una formidable responsabilidad. Algunos, por pereza, ni siquiera afinan su violín. No perciben que en el mundo hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente. Pretenden una boina llena de dinero, y lo que entregan es una discordante melodía que no gusta a nadie. Es la gente que cree que la humanidad tiene la obligación de cubrirles sus necesidades. Es la gente que piensa solamente en sus derechos y no siente ninguna obligación de ganárselos. La verdad, por dura que pueda parecernos, es otra. Tú, yo y cualquier otra persona, tenemos que aprender tarde o temprano, que los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín, sino que aprenden con el tiempo también a tocarlo con maestría. Por eso debemos estar dispuestos a hacer bien nuestro trabajo diario, sea cual sea. Y aspirar siempre a prepararnos para ser capaces de realizar otras cosas que nos gustarían. La historia está llena de ejemplos de gente que aún con dificultades iniciales llegó a ser un concertista con ese violín que es la vida. Y también, por desgracia, registra los casos de muchos otros, que teniendo grandes oportunidades, decidieron con ese violín, ser mendigos musicales. La verdad es que Dios nos concedió libre albedrío. Tú puedes hacer algo grande de tu vida, o hacer de ella una porquería. Es tu decisión personal.

LO NEGATIVO: Negarnos a afinar bien nuestro violín de la vida. Y quejarnos de que la gente no disfrute la melodía que sacamos de él.
LO POSITIVO: Comprender que, nos guste o no, solamente prosperaremos si afinamos bien ese violín, y aprendemos a sacar de él las mejores melodías.

DP
Colaboración Flia. Stern