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340 • TÉCNICA E IDEA

 

Viernes, 25 de octubre de 2002

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Autorretrato A quien le haya apasionado desde niño el estudio de las artes gráficas, puede muy bien ocurrirle que llegue un día a considerar como ideal supremo el perfecto dominio de esas artes. El perfeccionamiento del oficio exige de él que le dedique todo su tiempo y toda su atención, de manera que incluso subordina la elección del tema a su afán de investigar una faceta particular de la técnica. En efecto, puede hallarse suprema satisfacción al adquirir una mayor destreza técnica, al conocer a fondo las propiedades del material a nuestra disposición, y al aprender a usar nuestros instrumentos (en primer lugar nuestras propias manos) de un modo absolutamente eficiente y seguro. Yo mismo me encontré durante muchos años en semejante estado de alucinación, hasta que llegó el momento en que cayó la venda que cubría mis ojos y me di cuenta de que mi meta no era el dominio de la técnica.

Otro anhelo, cuya existencia hasta entonces no sospechaba, se apoderó de mí. Concebí ideas que nada tenían que ver con el dibujo o el grabado, ideas que tomaron de tal manera posesión de mí que deseé a toda costa comunicarlas a otros. Esto no podía hacerlo verbalmente, puesto que no se trataba de ninguna materia literaria, sino de típicas "imágenes" mentales, que no podían ser comprendidas por otros a menos que fuesen representadas en cuadros. Súbitamente, el método según el cual se elabora un cuadro perdió importancia. Desde luego, uno no se dedica en balde años enteros a ejercitar un oficio. Éste no sólo se había convertido en mi segunda naturaleza, sino que me seguía pareciendo indispensable para llevar a cabo una obra de arte reproducible, que sirviese de véhículo para dar a conocer mis ideas a un gran número de personas. Si comparo la elaboración de una estampa de mi periodo técnico con la de un trabajo en el que intento expresar un pensamiento determinado, me parece como si entre ambos existiese cierta oposición.

Antes ocurría a menudo que, de un montón de bocetos, escogía aquel que me parecía más apropiado para la técnica que en ese momento gozaba de mi predilección. Hoy escojo, de entre las técnicas que he aprendido, aquella que me parece más apropiada para representar el tema que en ese momento absorbe mi fantasía. Desde entonces, la elaboración de una estampa suele transcurrir por dos etapas bien distintas. El trabajo comienza con la búsqueda de una forma visual capaz de traducir el modo más claro posible un determinado pensamiento. A veces pasa mucho tiempo hasta que creemos ver esa forma con toda claridad. Un pensamiento, sin embargo, es algo enteramente distinto a una imagen visual. A pesar de todos nuestros esfuerzos, nunca conseguimos realizar a la perfección aquello que concebimos e nuestro espíritu y que equivocadamente creemos "contemplar". Después de una larga serie de intentos, vertemos al fin, más o menos resignados, el hermoso sueño en la insuficiente forma de un esbozo detallado. Luego comienza (casi como recreación) la segunda etapa: la confección de la estampa. Durante ella, nuestro espíritu descansa mientras nuestras manos trabajan.

Al abandonar en 1922 la Escuela de Arquitectura y Artes Decorativas (en la cual me había iniciado, bajo la dirección de S. Jesserum de Mesquita, en el conocimiento de las artes gráficas) me encontraba bajo la influencia de este maestro, cuya fuerte personalidad dejó su impronta en otros muchos discípulos suyos. Por aquel tiempo, la técnica de la xilografía (el tallar con la gubia la superficie de una plancha de madera, a veces de peral, cortada en sentido longitudinal) estaba más de moda que hoy entre los artistas gráficos. Yo heredé de mi maestro la predilección por la planchas cortadas de este modo, y una de las razones de mi gratitud hacia él consiste justamente en haberme enseñado a utilizar este material. Durante los primeros siete años de mi estancia en Italia trabajé exclusivamente con este tipo de planchas, más adecuadas para grandes formatos que la costosa madera de testa. En mi estusiasmo juvenil de entonces, trabajé con la gubia enormes planchas de peral, de más de 70 cm de largo y casi 50 cm de ancho. Hasta 1929 no hice mi primera litografía, y en 1931 ensayé por primera vez el arte del grabado en madera (el grabar con el buril en planchas de madera de testa). Pero para mí, todavía hoy, la xilografía constituye un medio de expresión indispensable. Tan pronto como cree uno necesitar diferentes colores para la plasmación de una idea, estando obligado a usar para ello más de un bloque, ofrece más ventajas que el grabado en madera. Algunas de mis estampas más recientes no las hubiera podido realizar de no haber conocido a fondo las cualidades de la madera cortada en sentido longitudinal. A menudo he combinado es una estampa multicolor ambas técnicas de grabado en relieve, empleando madera de testa para los detalles en blanco y negro al hilo para los colores.

El periodo durante el cual me dediqué con estusiasmo al estudio de las técnicas gráficas, y en el que cobré conciencia de las limitaciones que uno se impone si se concede importancia absoluta a la técnica, se extendió de 1922 hasta 1935 aproximadamente. Durante ese tiempo elaboré numerosas estampas (cerca de 70 xilografías y grabados en madera y alrededor de 40 litrografías). La mayor parte de estos trabajos es de escaso valor (¡si tienen alguno!), puesto que se trataba sobre todo de "ejercicios de digitacion"- por lo menos ésa es la impresion que me causan ahora.

Sin embargo, la razón por la que a partir de 1938 me concentré cada vez mas en el problema de transmitir ciertas ideas personales, fue mi partida de Italia. En Suiza, Belgica y los Paises Bajos (los lugares en que sucesivamente residí) la apariencia exterior del paisaje y la arquitectura no me llamó tanto la atención como durante mis viajes por el sur de Italia. Obligado, pues por la necesidad, tuve que alejarme de una reproduccion fiel y mas o menos directa de mi mundo circundante. Esta circunstancia, sin duda, estimuló en gran medida la concepción de ciertas imagenes interiores. Una sola vez predominó de nuevo el interes por el oficio. Ello ocurrió en 1946, cuando entre en contacto con la venerable técnica de la media tinta, hoy caída en desuso, pero cuyos aterciopelados tonos grises y negros me sedujeron de tal manera que dedique una gran cantidad de tiempo a su aprendizaje. Pronto, sin embargo, se puso de manifiesto que había sometido mi paciencia a una prueba demasiado dura. La técnica require demasiado tiempo y empeño por parte de quien, con derecho o sin él, cree (como yo) que no tiene tiempo que perder. Hasta hoy no he hecho sino solo siete estampas aplicando esa técnica, la última en 1951.

Existe otro procedimiento de huecograbado que nunca he empleado. Desde el primer momento de mi carrera deje de lado la técnica del agua fuerte y la del grabado en cobre. La razón reside probablemente en el hecho de que prefiero delimitar una figura mediante contrastes de color y no por medio de su contorno. La delgada línea negra sobre fondo blanco que caracteriza al aguafuerte y al grabado en cobre, solo tendría significado para mi como parte de una superficie sombreada; a mis ojos, pues, carece de justificación. Por otra parte, en el huecograbado se depende en mayor medida del color blanco como punto de partida que en el grabado en relieve o en la impresión plana. El trazo de una fina línea blanca sobre un fondo oscuro, tan fácil de realizar en el caso del grabado en relieve, resulta casi imposible en el huecograbado, mientras que el caso contrario, el trazo de una fina línea negra sobre un fondo blanco, aunque cuesta algo de trabajo, puede realizarse sin problemas en la talla y el grabado en madera.

Estas ideas estan basadas en mi asombro y admiración por las leyes contenidas en el mundo que nos rodea. Quien se maravilla de algo, toma conciencia de algo maravilloso. Manteniendo alerta mi mirada frente a los enigmas del mundo, si bien interesado en su plasmación sensible, entro en contacto, en cierto modo, con el dominio de las matemáticas. Aunque no dispongo de una formación en las ciencias exactas ni de conocimientos especializados, a menudo me siento mas próximo a los matemáticos que a mis colegas de profesión.

Si leo de nuevo lo que he escrito al comienzo de esta introducción sobre el caracter "gráfico" de mis estampas, me parece inconsecuente el haber empleado tantas palabras en explicarlo, no solo en general, sino tambien los comentarios particulares que acompañan a las reproducciones. Pero es un hecho que la mayoría de la personas puede entender con más facilidad una imagen si se la acompaña de palabras.


Mauritius Cornelius Escher (1898•1972)