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EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

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225 • CHARLA SOBRE LETRAS 1

 

Lunes, 27 de mayo de 2002

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-Creo que usted podría figurar en el Guinness por su capacidad asociativa. Eso pienso cada vez que escucho cómo gira y se remonta hasta los más remotos lugares, a partir de una idea, a menudo muy simple. Usted puede, partiendo de una sopa de cebolla, llegar a la condena de Antígona. Sin salto, claro.Sino a través de un hábil, suave deslizamiento.
-Entonces... ¿qué me propone?
-Yo le digo una frase de un tango y usted me dice qué le recuerda, qué le sugiere.
-¿Y si no resulta?
-No estamos en el cine. Si no resulta no va. Empiezo. De Cadícamo, “A pan y agua”. “Cuántos años han pasado,/ parece que fue ayer,/ ¿dónde está la que amé,/ dónde está la que olvidé?”
-Sí...
-¿Hay muchas mujeres olvidadas en su vida?
-Yo no puedo olvidar nunca. Lo cual no quiere decir más que eso. La ausencia de olvido no necesariamente es amor. Sé que no olvido y sé que, a veces, no puedo completar mis ausencias. Es como si toda ausencia fuera para mí imperfecta. Nadie termina de irse del todo de mi vida.
-¿Eso es bueno?
-En algún caso puede ser bueno. Los afectos no mueren. Pero parece bueno de afuera. En general sería preferible -para no ingresar en los terrenos pantanosos de la locura- que algunas ausencias fueran perfectas.
-Perfectas como ausencias.
-Sí, perfectas, desapareció, no está. La ausencia imperfecta es la de los fantasmas que están aunque se han ido. Que se han ido pero aparecen. Para el hombre de sentimiento, el hombre que sabe amar, a veces, es indispensable que la ausencia sea perfecta.
-¿Y la otra parte? “¿A dónde estará la que amé?”
-Todos alguna vez nos preguntamos eso. Y no porque queramos saber en qué lugar, sino quién será. ¿Quién será ahora?
-¿Y con quién?
-No, con quién no. Esa sería una curiosidad burguesa.
-No tiene celos retrospectivos.
-No, no. “Dónde andará” quiere decir “qué estará pensando, quién será ahora”. Y, no siempre nos preguntamos esto sobre personas que están lejos. A veces la persona está ahí frente a nosotros.
-Sí, eso pasa.
-Uno se pregunta por qué territorios andará. Pero volviendo a Cadícamo. Lo que él se preguntó es quién es ahora.
-De Le Pera, “Recuerdo Malevo”. “Florido tiempo que añoro./ Por tu camino de olvido/ viajan visiones que lloro,/ sueño querido que te alejás”.
-Ese tango lo canta Gardel en un mediometraje tal vez perdido que se llamó La casa es seria. Fíjese “Por tus caminos de olvido/ viajan visiones que lloro”. Muchos autores en lugar de “viajar” dicen “viejas”. “Viejas visiones que lloro.” Le Pera era un poeta interesantísimo. Fíjese. “Camino de olvido”. La vida es un camino de olvido.

-¿Es?
-Sí, es algo fatal.
-¿Qué es fatal?
-Que no recordemos, no recordar lo que nos pasó es no terminar de saber quiénes somos. Quiénes hemos sido.
-La vida entonces, es un camino de olvido.
-Sí. La mía, la suya, la de todos. Pero no es ese acierto de la metáfora lo que más me emociona. Lo que realmente me conmueve es la manera que Le Pera encontró para expresarla. Esto me produce un fuerte goce estético. La gente suele creer que las novelas emocionan cuando al protagonista le pasa lo mismo que a uno o cuando el carácter de tal o cual personaje es semejante al propio. Cuando una novela o un poema nos gusta, es porque nos produce un goce estético. Y lo que nos produce el goce estético es la manera como algo fue expresado.
-Veamos “Sueño de barrilete”, de Eladia Blázquez. “En amores sólo tuve decepción./ Regalé por no vender mi corazón”. ¡Pobre Eladia! Seguramente este no es su caso. Forman legión las mujeres dispuestas a recibir su corazón.
-No, claro que no. A mí no me pasó. La verdad que en amores tuve muchas alegrías. Muchas más de las que he merecido.
-¿Cómo sabe cuánto merece?
-Aunque hubiera merecido mucho, las mujeres que hubo en mi vida fueron estupendas, extraordinarias todas. Lo que no me parece adecuado es la palabra decepción. En cuanto a mí... no he tenido decepciones. Tristeza sí. Uno entra en la tristeza porque una mujer ya no lo quiere. No lo quiere más y se aleja. Sin que juegue ahí la decepción. Decepción sería desayunarse uno con verdades que ignoraba. “Mirá, nunca te quise.” A mí me quisieron y cuando no me quisieron se fueron.

-¿Y cuando fue usted el que dejó de querer?, porque esta historia de que fue siempre la otra parte quien dejó de querer...
-Sí, sí, alguna vez yo dejé de querer.
-¿Aquí qué pasó con la otra parte? ¿Se fue?
-A veces no.
-Ah, eso sí que puede ser un problema. Usted dejó de querer pero la otra parte todavía quiere y cree que su amor volverá.
-Así pasó alguna vez. Así mismo.

-Mmm... Pasemos a Manzi y “Una taza de café”. “La tarde está muriendo detrás de la vidriera/ y pienso mientras tomo una taza de café.”
-Ya no existe esa clase de melancolía, me parece. Ha dado paso a otro sentimiento...
-¿Más amargo?
-Más sombrío, porque las grandes ciudades no dan tiempo a esa meditación solitaria del hombre que detrás de una vidriera contempla cómo muere la tarde. Casi nunca estamos solos. La presión de los acontecimientos es vulgar y brutal. Esa noble melancolía del hombre que veía morir la tarde detrás de una vidriera, y en eso veía tal vez, una alegoría de su propio fin, de lo pasajero de la vida...
-Usted piensa que ésta es una imagen del pasado.
-Sí, esta imagen de Manzi creo que pertenece al pasado. Ese hombre que piensa junto a la vidriera a partir de la caída de la tarde ha sido barrida por este otro hombre atropellado, agredido, condenado a vivir entre muchedumbres. La tristeza de este hombre es mucho más sombría, más amarga que la del hombre que en la soledad de un bar se preguntaba cuál era el sentido de la vida y qué habíamos venido a hacer a este mundo.

MARIA ESTHER GILIO
Reportaje a Alejandro Dolina • Página/12 • 22/ABR/02
Colaboración E Vallejos