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203 • EL DIABLO

 

Jueves, 25 de abril de 2002

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Giovanni Papini (il Diavolo, Florencia, 1958) ha pasado revista a todas las teorías y a todas las hipótesis sobre el Diablo. Me llama la atención que omita (o ignore) el librito de Ecumenjo de Tracia (317?-circa 390) titulado De natura Diaboli.

Se trata, no obstante, de un estudio de demonología cuya concisión no obsta a su originalidad y a su riqueza de conceptos. Ecumenio atribuye sus ideas a un, tal Sidonio de Egipto, de la secta de los esenios. Pero como en toda la literatura de los siglos i-v nadie, sino él, cita a ese Sidonio, ni este nombre aparece en ninguno de los autores rabínicos y cristianos que se ocuparon de los esenios es casi seguro que el verdadero padre de la teoría sea el propio Ecumenio, quien echó mano a un recurso muy en boga en su época, cuando la amenaza del anatema por herejías ya empezaba a amordazar la libertad del pensamiento cristiano.

Resumiré en pocas palabras el tratadito de Ecumenio.

De distintos pasajes de la Biblia (Libro de Job, 1, 6-7; Zacarías, 3, 1; I Reyes, 22, 19 y ss; I Paralipómenos, 21, 1) se deduce que las funciones de Satán eran las de espiar a los hombres y luego informar a Dios, acusarlos delante de Dios a la manera de un fiscal e inducirlos a una determinada conducta.

Según Sidonio (es decir, según Ecumenio), cuando Dios decidió que uno de sus hijos ( = ángeles) se encarnase en carne de hombre, se hiciera hombre y, después de enseñar la Ley en su prístino esplendor oscurecido y maleado por las interpretaciones, capciosas y acomodaticias, sufriese pasión y muerte y redimiera al género humano de sus pecados, eligió, naturalmente, a Satán.

Así Satán fue el primer Mesías, el primer Cristo.

Pero Satán, en cuanto se transformó en hombre, se alió a los hombres e hizo causa común con ellos.

En esto consiste la rebelión de Satán: en haberse puesto del lado de los hombres y no del lado de Dios.

Que lo haya hecho por maldad, por piedad, por amor a los hombres o por odio hacia Dios, es lo que Ecumenio analiza con un detallismo casuístico digno de santo Tomás de Aquino o del padre Suárez.

Esa parte de su tratado no me interesa me interesa y me fascina únicamente la hipótesis, de una increíble audacia, de que Satán, antiguo fiscal y espía de los hombres, apenas se hizo hombre se plegó a los designios de los hombres y desobedeció los planes divinos, obligando a Dios, en la segunda elección del Mesías, a elegirse a sí mismo en la persona del Hijo, para no correr el riesgo de una nueva desobediencia que, luego de la de Adán y de la de Lucifer, le parecería inevitable.


MARCO DENEVI • 1966