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129 • EL SAQUEO Y LOS LIBROS

 

Sábado, 19 de enero de 2002

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Cuando amaneció en Buenos Aires, luego de una de las recientes noches de saqueo, además de la desolación, los destrozos, los robos diversos, algunas personas notaron un hecho extraño: en un amplio local comercial de la zona céntrica, habían sido robados todos los equipos de música, todos los CD y casetes, pero un sector de las estanterías se encontraba intacto: la sección librería.

Considerando que los jóvenes que pocas horas antes habían saqueado e incendiado no se caracterizaban por su respeto por nada, no cabe presumir un acto de homenaje a la literatura. Se abstuvieron del hurto y el daño, simplemente porque aquellas tapas anunciando obras, aquellas hojas impresas que contenían textos diversos, desde los de ganadores del Premio Nobel hasta cuentistas literariamente recién nacidos, les resultaron ajenas. Pasaron frente a ellas como si no las vieran, como si los anaqueles literarios fueran góndolas vacías. (Y cabe aclarar que decimos góndolas en la acepción moderna, la cual olvida, que en primer lugar, góndolas eran embarcaciones aptas para navegar por canales venecianos).

Este curioso fenómeno, por sí solo, retrata a un grupo social que dejó su marca con un acto de barbarie. Grupo que tal vez haya tenido también su versión uruguaya en la noche del 19 al 20 de noviembre pasados, en Tres Cruces, Montevideo, cuando una masa humana que aquí nadie creía posible, convocada para ver un partido de fútbol en pantalla gigante, optó por vandalizar, sin explicación aparente. No sabemos si encontraron alguna librería a su paso. Pero si la hallaron, muy probablemente haya sido despreciada tanto como la librería bonaerense.

Si estas gentes hubieran leído, probablemente habrían sido más mesuradas. O no. Porque leyendo ensayos sobre los argentinos publicados por José Ortega y Gasset en 1929, luego de una visita a la Argentina, se habrían visto quizás retratados, cuando Ortega dijo que había encontrado un argentinismo, "indócil a toda versión". Ese argentinismo era la palabra "guarango" y el escritor español comentó: "El guarango es agresivo... Necesita hacerse sitio para respirar, para poder creer en sí, dará codazos al caminar entre la gente para abrirse paso y crearse ámbito... Como se ve es el guarango la forma desmesurada y más gruesa de esa propensión a vivir absorto en la idea de sí mismo que padece el hombre argentino". 

Hay pasajes más duros en uno de aquellos ensayos. En "El hombre a la defensiva", Ortega expresó: "El inmoderado apetito de fortuna, la audacia, la incompetencia, la falta de adherencia y amor al oficio o puesto son caracteres conocidos que se dan endémicamente en todas las factorías". La Argentina, según Ortega y Gasset, era una factoría y no todavía una nación.

Leyendo, también se podrían haber encontrado con, por ejemplo, "Los discursos del poder", un libro que incluye la respuesta del presidente Franklin D. Roosevelt a la crisis de los Estados Unidos. Aquel discurso en el que pronunció la memorable frase: "A lo único que tenemos que temer es al temor mismo". Aquel discurso que fue pronunciado el 4 de marzo de 1933, lo cual permite advertir, que de las crisis no se sale con la vertiginosidad que muchos contemporáneos nuestros creen o quieren creer que se puede.

La caída de la Bolsa de Nueva York, fue en 1929. El discurso es, como dijimos, de 1933. Y algunas de las medidas de Roosevelt, se fueron tomando a lo largo de varios años. Por ejemplo, la Ley de Seguridad Social, la firmó en 1935, o sea seis años después del comienzo de la crisis de la que trataba de hacer salir a su patria.

Los seguidores de Adolfo Hitler, en lo que se consideró barbarie extrema, quemaban los libros que consideraban inconvenientes para la sociedad totalitaria que habían establecido. Todavía circulan hoy, para el asombro, las fotos de los nazis amontonando libros y encendiéndolos. Casi setenta años después, encontramos una versión postmoderna de barbarie: los libros ya no son quemados, porque son ignorados totalmente. Los bárbaros siguen de largo frente a ellos, como si aquello, el pensamiento, la reflexión, los testimonios, fueran la nada.

Escalofriante, ¿no es así?


Editorial del 11-ENE-2002
Diario El País • Uruguay