Click para ir al número anterior

ANTERIOR

EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

SIGUIENTE

Click para ir al número siguiente

1259 • EL QUINTO JINETE

 

Miércoles, 11 de enero de 2006

Al índice

Click para ir al índice

 

Transcurría el año 1972 cuando Stanley Prusiner, investigador médico en el área del cerebro, motivado por la muerte de un querido paciente, por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) similar al “síndrome de la vaca loca”, pero en el ser humano, decidió insistir con su “loca” teoría que afirmaba que, además de virus, bacterias, hongos y parásitos, existía un quinto elemento, el sospechado quinto jinete, capaz de causar graves males.

Hay enfermedades que parecen infecciosas, se comportan como tales, pero que no tienen un agente causal reconocible, por ende, se dudaba de su origen. En ese momento, Prusiner demuestra que la ECJ se puede transmitir mediante extractos de cerebro, tal como ocurre con una enfermedad infecciosa, pero lo cierto es que seguía sin aparecer el agente causal. ¿Una vez más, se comportaba como infecciosa sin serlo?

Sus investigaciones arrojan en 1982 el hallazgo de partículas de proteínas “inanimadas”, a las que denominó priones, acrónimo de “proteinaceous infectious particle” (partícula proteica que infecta), en la creencia de que éste era el agente infeccioso causal. El mundo de la ciencia tomó estos hallazgos con una mueca de franco escepticismo, ya que el prión no era una forma conocida que pudiera replicar o reproducirse dado que no tenía material genético (ADN ARN), sólo era una proteína, algo así como la mas sencilla de las partículas elementales, no tenía autonomía, viabilidad; en fin no podía multiplicarse por sí misma.

En 1984, Prusiner y sus colegas descubren el gen que da lugar a los priones, esto significa la computadora hereditaria que, en un momento determinado, permite la producción en cantidades anormales de estas sustancias que invaden a las células y llegan a destruirlas, sobre todo, en el cerebro. Encontró este gen en todos los animales estudiados, inclusive en el hombre. Aún no estaba claro el mecanismo por el cual el prión se convertía en patológico y más aún, en causa de enfermedad.

Da un paso adelante al descubrir dos formas de priones: los malos y los buenos. De tal modo que la misma proteína podía ser beneficiosa o perjudicial, un comportamiento que seria determinado por circunstancias del medio en el que el individuo desarrolla su vida, y por otras causas no bien conocidas aún.

La acumulación de priones dañinos encierra a largo plazo, inexorablemente una enfermedad mortal, por daño cerebral progresivo. Más adelante, otras enfermedades que cursan con demencia también fueron involucradas en este mecanismo de los priones. El Alzheimer podría ser una de ellas. El kuru, muy frecuente entre los aborígenes de Nueva Guinea, transmitido en conexión con prácticas caníbales (comer el cerebro del enemigo), también se debe a la presencia de priones. Estos son mucho más pequeños que un virus, lo cual es mucho decir, y nuestro sistema de defensa no reacciona frente a ellos, dado que son proteínas propias, no extrañas y entonces no las reconoce como enemigos. En un futuro no muy lejano se diseñarán drogas que neutralicen a los priones patológicos, esto ya está en marcha.

Por fin, la perseverancia y el tesón asoman como las cualidades más destacables de Stanley Prusiner. Cuando en medio de una conferencia, le notificaron que había ganado el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1997, el galardón más preciado por el mundo de la ciencia, manifestó que estaba sumamente halagado y que con el dinero que recibiría, iba a poder pagar, por fin, sus impuestos.

Colaboración C. Zin