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1145 • OPIO

 

Jueves, 4 de agosto de 2005

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Afganistán (ocupado por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN) ha recuperado su posición cimera en el mercado mundial de opio. Desde hace tres años, cuando fue derrocado el régimen talibán, el cultivo crece desaforadamente y, en lugar de democracia, aquel hecho se traduce en la proliferación de la amapola o dormidera. Con 87% de la producción mundial, los afganos dicen que 'sin opio no hay país' e igual pudieran decir los paquistaníes. La materia prima se refina en laboratorios de los servicios secretos paquistaníes como una fuente de ingresos para el próximo conflicto alentado por Washington, que tiene en la mira a Irán.

No se trata de un hecho fortuito; sino del resultado de las recomendaciones elaboradas por James Dobbins, enviado especial de George W. Bush. El funcionario concluyó que las drogas eran la fuente para financiar la reconstrucción necesaria tras la destrucción causada por las operaciones militares contra ese país. Este auge de la droga ilegal encuentra lamentaciones de políticos occidentales, aunque no hubiese sido posible sin la aprobación de los ocupantes.

La ministra de Defensa de Francia, Michele Allint-Marie, criticó que los soldados estadounidenses no ven el tráfico en sus propias narices, pero sólo porque la droga va al Viejo Continente. Allint-Marie reprochó que fue la Casa Blanca la que solicitó ayuda de los ejércitos europeos para meterse en Afganistán con el pretexto de perseguir a Osama bin Laden.

El millonario saudita, según lo pintan los medios difusivos internacionales, se ha ganado el mote de Cuco moderno. Ese villano infantil se emplea convenientemente para asustar a los niños cuando es necesario mantenerlos a raya. Osama bin Laden, fue 'un héroe' cuando combatió la presencia soviética en Afganistán, movido por intereses convergentes de su familia y los Bush. No obstante, luego se transformó en 'monstruo' y la administración estadounidense lo culpó de los ataques terroristas del 11/9. Convenientemente para Bush (entonces casi a punto de una crisis política), bin Laden estaba en Afganistán, el país de unos fundamentalistas islámicos poco atractivos a la Casa Blanca.

El mercado del opio (bajo las recomendaciones de Dobbins) creció pese a sus complejidades y requerimiento de tecnologías específicas y redes internacionales para ser rentable. La goma de la amapola o dormidera debe ser refinada y vendida en un mercado solvente por lo que el cultivo se desarrolla en áreas con el respaldo de laboratorios de refinamiento. El opio, contrario a la cocaína, necesita una logística contundente, con laboratorios cercanos a los cultivos y resulta imposible que los gobernantes desconozcan su existencia.

No se trata del caso del marido engañado (último en enterarse) sino de una decisión tomada al margen de la guerra contra los talibán, una línea de acción que se retrotrae a los tiempos del enfrentamiento a la presencia soviética. El jefe del espionaje francés, Alexandre de Marenches, ha reclamado que fue el autor intelectual de la idea de pagar la lucha contra los soviéticos con la producción de narcóticos. La afirmación pudiera ser cierta o no, pero en los 80, las plantaciones de amapola se esparcieron por la frontera entre Afganistán y Pakistán y el refinado fue a parar a las manos del servicio secreto de Islamabad (ISI).

Luego, la retirada soviética desató una guerra civil en la que facciones afganas pugnaban entre sí por el poder. En los 90, en Afganistán, fueron un período de choques entre los 'señores de la guerra' enfrentados, siempre con cofres repletos de dinero procedente de la dormidera. Esas cosechas estaban bajo la mirada supervisora del ISI, gracias al monopolio del proceso de refinamiento. El cultivo afgano sirvió, además, a los esfuerzos estadounidenses para tratar de minar al régimen islámico de Irán.

La realidad es que bin Laden, supuestamente el 'enemigo público # 1' de Estados Unidos, está en la frontera afgano-pakistaní sin ser molestado. Washington sólo lo menciona cuando le es beneficioso. En víspera de las elecciones presidenciales, un oportuno mensaje del terrorista saudita contribuyó a romper el equilibrio entre Bush y su rival demócrata, John F. Kerry.

No faltan quienes afirman que el ejército estadounidense vira la cara ante la presencia de bin Laden, quien se ha convertido en el zar de la droga en Waziristán. Allí tienen su santuario los laboratorios, aún controlados por el ISI pakistaní y cuyas ganancias van a parar en buena medida a las arcas del jefe del régimen Pervez Musharraf. Sin opio, Pakistán podría caer en un colapso económico, porque es su savia exportadora, pese a lo cual se da el lujo de comprar costosos caza-bombarderos y navíos de guerra a Estados Unidos.

La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, estuvo muy contenta después de su encuentro con Musharraf, por la compra de aviones F-16. Esos aparatos serían de gran utilidad en aeródromos pakistaníes en un potencial enfrentamiento con Irán, y Rice ni se fijó que el dinero viene de la venta de opio. Washington ve a Islamabad como un aliado en un eventual ataque contra Teherán, similar a los previos contra Kabul y Bagdad, aunque tales operaciones fueron tiros por la culata.

Volver la cara al narcotráfico en el área es muy conveniente, porque no se puede prescindir de las elevadas sumas requeridas para esa nueva aventura.

CARLOS IGLESIAS
World Data Service