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1135 • EFECTO CNN 2

 

Jueves, 21 de julio de 2005

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1990: la imposición del modelo «de información continua»

El concepto de información continua consiste en difundir en tiempo real imágenes de un suceso de manera que los televidentes puedan experimentar las emociones derivadas de ellas, inclusive sentir la misma sensación de sus protagonistas. La inmediatez del procesamiento aspira a proteger contra las falsificaciones. Asimismo, la información continua se presenta como un avance del periodismo, posibilitado por el uso de nuevos medios técnicos.

En realidad, es la negación del periodismo. Este oficio, de hecho, consiste en distanciarse de un acontecimiento para analizarlo, seleccionar los hechos más relevantes, confirmar las fuentes, verificar las imputaciones y emitir un criterio. El periodismo no es una técnica de descripción, sino un arte de la comprensión. Lejos de garantizar la verdad, la inmediatez la hace vulnerable a las apariencias y a los prejuicios.

En el modelo CNN, la información no es una herramienta de conocimiento, sino un espectáculo. La puesta en escena se inspira en la tragedia griega. Los presentadores y corresponsales desempeñan ahí el papel del coro antiguo. En 1991, tal como en 2003, todos conocían de antemano el desenlace de la historia: la primera potencia militar del mundo aplastaría al insignificante ejército iraquí.

Al igual que en la tragedia griega, los espectadores no aguantan la respiración debido a un suspenso inexistente, sino por la fascinación del destino inexorable. En esas condiciones, el criterio de la información continua no es el de la veracidad, sino el de la tragedia.

En 1990, cuando el secretario de Estado James Baker se esforzaba por convencer a la opinión pública de la necesidad de entablar una guerra con Irak, un gabinete de relaciones públicas, Hill & Knowlton, difundió el rumor de que soldados iraquíes habían robado incubadoras en los hospitales de maternidad en Kuwait, dejando morir a más de 300 recién nacidos prematuros.

El rumor fue confirmado por un informe de Amnesty International. Se organizaron audiencias públicas en el Congreso de los Estados Unidos que fueron retransmitidas en directo por la CNN y enviadas a todo el mundo. Una enfermera joven, mantenida en el anonimato, entre sollozos dio fe de estos crímenes.

Después de la guerra, un periodista del Harper's Magazine demostró que esta acusación era falsa y que la joven enfermera era en realidad la hija de un diplomático kuwaití. La superchería había sido montada por una de las directoras de Hill & Knowlton, Victoria Clarke. Con este asunto, el gobierno de Bush Senior no sólo trató de envenenar al Parlamento, sino también a la opinión pública internacional. Y lo logró dejando correr «el efecto CNN». Instantáneamente, todos los periodistas pasaron por alto las verificaciones referentes a la información que de manera habitual y obligatoria hacían para comprobar los hechos.

Todos consideraron aceptable un testimonio anónimo del cual, normalmente, hubiesen desconfiado.

Más alarmante aún es que no se tomó ninguna medida para impedir que se reprodujera semejante manipulación. Y lo que es peor, nadie protestó cuando Victoria Clarke se convirtió en la actual vocera del departamento de Defensa.

Durante la operación «Tormenta del desierto», el secretario de Defensa en aquellos momentos, Dick Cheney, y el jefe del estado Mayor, Colin Powell, anunciaron que Sadam Husein había abierto las compuertas de sus pozos de petróleo, arrojando el crudo en el Golfo y provocando «el mayor desastre ecológico de todos los tiempos».

La CNN confirmó que mantos de petróleo amenazaban las costas y difundió imágenes de un cuervo marino cubierto de petróleo en una playa. No obstante, desde el primer día, la agencia Reuters había explicado que una pequeña marea negra se había producido después que un buque cisterna iraquí había sido atacado por el ejército estadounidense al creer este, probablemente sin razón, que el buque transportaba una gran cantidad de armas.

La acusación lanzada contra Sadam Husein permitía a Washington enmascarar una vileza militar y, de paso, presentar una imagen diabólica de Sadam Husein a los ojos de los ecologistas.

Una vez más «el efecto CNN» bastó para dar credibilidad a la información. Además de que, a partir de ese instante, ningún periodista verificó la amplitud de la marea negra y tampoco nadie observó atentamente las imágenes ni reflexionó sobre la credibilidad de la acusación. Fue sólo mucho más tarde, al examinar viejas imágenes de ITN, que se observó que esos mantos de combustible no podían inundar una playa porque se desviaban hacia el mar, y que esa raza de cuervo marino no vivía en el Golfo. Se notó, sobre todo, que esa acusación era estúpida porque los iraquíes no tenían ningún interés en destruir las costas de Kuwait que, precisamente, estaban reivindicando.

Esto nos llevó a otra constatación: una información no necesita ser creíble para beneficiarse del efecto CNN, basta con que tenga una dimensión trágica. Así, Dick Cheney, tratando de demostrar que Irak no había invadido a Kuwait para restablecer sus fronteras iniciales, sino por designios expansionistas, afirmó que Sadam Husein, previendo conquistas futuras, se había dotado del «cuarto ejército del mundo» (después de EE.UU., la URSS y el Reino Unido).

Puede parecer arriesgado que un responsable político haga una declaración tan estúpida. Durante la guerra entablada con Irán, en efecto, Irak dedicó el grueso de su energía a su presupuesto militar, hasta convertirlo en el noveno del mundo. Pero el país había salido exangüe de una decena de combates atrozmente salvajes, sin haber podido vencer. No era más que un Estado del Tercer Mundo equipado con un montón de blindados obsoletos, reciclados de los desechos de los ejércitos occidentales.

No se trata en este caso de una mentira retomada sin verificarse, sino de algo absurdo repetido como una evidencia debido a que la sobrestimación de Irak es indispensable para la calidad del espectáculo. Este asunto no nos remite, como los precedentes, a la imposibilidad estructural del trabajo periodístico en el marco de la información continua, sino a la fuerza de la comunión global. Antaño, la ciudad entera se reunía en el teatro para comulgar en la tragedia. Hoy, impugnar el espectáculo CNN significa excluirse de la «aldea global». Ya no es la Razón la que identifica a la Verdad, sino que esta es determinada por una estrategia gregaria.

THIERRY MEYSSAN
Periodista y escritor francés - Presidente de Red Voltaire